lunes, 27 de octubre de 2014

EL HAYEDO DE BUSMAYOR Y PICO FARO




EL HAYEDO DE BUSMAYOR Y PICO FARO
Otoño 2014
con el Grupo ACR y dos de mis inseparables montañeros:  Mati, Natalia y Joaquín

(Nota: en breves dias subiré todas las fotos de la ruta)
                                       





                               pica para ver un video:    EL HAYEDO DE BUSMAYOR







Y PICO FARO

martes, 14 de octubre de 2014

LEITOSA II

MINERIA ROMANA

RUTA POR "LA LEITOSA" - II


pica para ver: LA LEITOSA-I

EN RUTA POR LSO PARAJES DE  "LA LEITOSA"

En su búsqueda sistematizada de los lugares susceptibles de explotar un mínimo de mineral de oro los romanos abarcaron todas las zonas que les resultaban económicamente rentables, ocupando un papel ciertamente interesante a este respecto el curso del río Sil y sus afluentes. Destacan las labores mineras reconocidas en el río Burbia, donde se localizan las minas de La Leitosa y Los Cáscaros, dos de las más extensas en superficie de época romana (sólo superadas por Las Médulas). La Leitosa es el único lugar, junto a Las Médulas, en el que se documenta el más complejo sistema de extracción del oro, la ruinae montium, que necesitaba grandes cantidades de agua (desde los miradores son visibles varios canales en la ladera oriental de la cresta de Peñas de Torga, cinco estanques de recepción del agua y tres bocaminas). También es posible reconocer en este territorio otras actividades mineras, como por ejemplo, las trincheras en el suelo que parecen responder a los trabajos previos de reconocimiento de la zona a explotar (unas zanjas que permitían conocer a los romanos los distintos niveles de aglomerados y por tanto a qué profundidad con respecto a la superficie se encontraban los niveles más fértiles en oro

Compañeras/os de ruta: Mati, Lici, Anina, Natalia, Juanquín, Javier y el fotógrafo




















VIDEO SOBRE LA LEITOSA







domingo, 12 de octubre de 2014

CHISTES

EL CHISTE


Siempre la finalidad del chiste será la de entretener y  hacer reír a las personas, puede tratarse de un dicho corto que involucra personajes y hechos tanto reales como irreales, aunque también suele ser muy común encontrarse con chistes que presenten connotaciones o referencias políticas, sociales y de rivalidad deportiva. Por ejemplo, el humor político es un género que ha cobrado a través de los años muchos adeptos, especialmente desde las tiras cómicas que presentan la mayoría de los periódicos, en ellos es regular la mención de chistes que se ríen de los principales defectos y errores de los políticos.



jueves, 11 de septiembre de 2014

XVIII Encuentro de Montañeros Leoneses



CLUB DE MONTAÑA GISTREDO

Vídeo - XVIII Encuentro de Montañeros Leoneses


    Reportaje audiovisual del XVIII Encuentro de Montañeros Leoneses "Memorial Fernando Algorri" que organizó el Club Laciana de Villablino.

  


   Una ruta de 15 Km y con un desnivel acumulado de 845 metros. Dejó a todos contentos y sirvió celebrar esta jornada de hermanamiento entre montañeros de León.





TORRECEREDO



AL TORRECERREDO CON DESCENSO POR CABRONES Y AMUESA

CON EL GRUPO DE MONTAÑA "LAS XANAS"


13 y 14 de SETIEMBRE de 2.014
NOTA: La subida programada la realizaremos desde La Curvona en Sotres.
 La subida por Camburero la presentamos por si alguien está dispuesto a realizarla
PONCEBOS-BULNES-CAMBURERO-VEGA DE URRIELLU



por Alberto (Albergue Chiflon, Bulnes)

Constituye esta la ruta antaño tradicional para aproximarse a la base del Picu Urriellu ( Naranjo de Bulnes ).

Tiene un desnivel aproximado de 1.700 mtrs. y el tiempo normal del recorrido es de unas 5 a 6 horas dependiendo del peso y la forma física. Así todo, con buenas condiciones físicas y conocimiento del terreno puede reducirse el tiempo considerablemente pudiendo hacerse en unas 4 horas.

El grado de dificultad puede considerarse de nivel medio a alto.

Todo el trayecto recorre la antigua lengua glaciar que existía entre Urriellu y Poncebos.

Hasta la puesta en marcha del teleférico de Fuente Dé y posteriormente del dinamitado del camino entre La Terenosa y Urriellu, este era el camino mas utilizado para llegar a Urriellu. Como consecuencia de los accidentes que se fueron produciendo en los años 70 y posteriores y dada la dificultad existente para bajar a los muertos o accidentados por este camino, el por entonces presidente de la federación asturiana de montaña, a finales de los años 80, ideó y planificó la voladura del camino entre Terenosa y Urriellu para facilitar los rescates.

Eso unido a la pista abierta entre las invernales del Texu y Pandébano que permiten alcanzar facilmente la cota de los 1.200 mtrs. en este collado, provocó un cambio radical en las costumbres de acercarse al Picu Urriellu.

Así todo, en invierno debe de tenerse en cuenta que el camino por Pandébano es mas peligroso al ser una zona propicia para los aludes. Hace pocos años unos montañeros de Oviedo fueron arrastrados por un alud aunque tuvieron suerte a pesar de estar varios días desaparecidos.

Así mismo el camino de Pandebano al mantener una cota alta constantemente es de difícil escape desde Urriellu en casos de mal tiempo, en este caso siempre es aconsejable lanzarse hacia abajo por el Jou Lluengu ya que se pierde altura rápidamente. El riesgo de aludes en esta zona es inmensamente menor. 
 De Poncebos a Bulnes

Comienza la ruta en el puente de La Jaya (220mtrs.) sobre el río Cares en las proximidades del inicio de la Ruta del Cares. Este puente de origen medieval ya es conocido desde muy antiguo figurando incluso en crónicas de la época de Felipe ll.

Pasado el puente se llegará en breve a otro, conocido como el puente del Zardu o del Jardu ( antiguas estructuras hechas de cañas de avellano entrelazado ). Debe de tenerse precaución en el recorrido entre ambos puentes puesto que suele haber cabras que pueden arrojar piedras sobre los caminantes.
Pronto empieza una serie de vueltas y revueltas hasta llegar al alto del Cuetu Codilla.

Ligera bajada para ponerse a la altura del río en el lugar denominado Los Puentes ( con motivo de la existencia antiguamente en este punto de un par de puentes).

Iniciamos la subida por la denominada Canal del Tejo o del Texiu. Esta es la vía histórica de aproximación al pueblo de Bulnes por donde sus vecinos han tenido que subir y bajar constantemente con sus pertrechos, alimentos y animales hasta la inauguración de un funicular en el invierno del año 2.001.

Durante la subida iremos viendo a lo lejos las casas de Bulnes de Arriba o barrio del Castillo. Al fondo nos va quedando el río. En el trayecto rebasaremos una pequeña construcción de hormigón para canalizar las aguas que bajan de la montaña en época de lluvias. Ese lugar se llama la Riega del Texu.

Poco después rebasaremos una cerrada curva con un pequeño techo de roca sobre nuestras cabezas. Nada mas pasar este lugar si observamos con detenimiento a nuestra izquierda veremos en la roca junto al camino una cruces grabadas. Este lugar denominado Las Cruces es en recuerdo a unos vecinos de Bulnes que fueron arrastrados al fondo del río por un alud de nieve en este sitio. Así mismo, esta zona del río se conoce como La Voluga de los Muertos (voluga : estrechamiento del río ).
Sigue el camino en un pequeño trayecto casi horizontal para comenzar nuevamente a subir un poco mas y volver a bajar casi a la altura del río en una zona de pradería donde se ven los restos de un viejo roble. Se denomina este lugar Colines de Abajo y a la derecha del camino muy próximo al roble podremos observar una pequeña riega que nace allí mismo oculta entre las hierbas. Se trata de la fuente de Colines de aguas frescas y potables.

Continuamos camino al lado del río hasta llegar a una encrucijada de caminos con un puente a nuestra derecha y una cuadra a la izquierda, se trata de Colines de Arriba y del puente del Jondeyón.
Si cruzamos este puente subiremos al barrio del Castillo o Bulnes de Arriba que vemos sobre nuestras cabezas. Por aquí deberíamos de ir si nos dirigimos a Amuesa o al Jou de los Cabrones, pero como no es este nuestro caso, continuamos siempre con el río a nuestra derecha.

En este lugar hay una roca donde antiguamente la federación española de montaña puso una placa dedicada a "Bulnes, pueblo amigo de los montañeros" por los muchos rescates en el Picu en los que participaron sus vecinos. Aún pueden verse los restos donde estuvo ubicada y que algún desaprensivo se la llevó.

Poco despues llegaremos a la boca de la estación superior del funicular y en breve al barrio de la Villa.

Desde Poncebos llevaremos caminando aproximadamente una hora y quince minutos. El trayecto desde Poncebos a Bulnes en línea horizontal es de poco menos de cuatro kilómetros. 
 Bulnes

La Villa de Bulnes se encuentra a 650 mtrs. de altitud. Inmediatamente, a la entrada del pueblo encontraremos a nuestra izquierda el cementerio con una placa en su pared exterior dedicada al Cuco, un ovetense que fue el primer muerto en el Picu y que está enterrado en ese cementerio.

Una característica de este lugar digna de mención, es que antiguamente el cementerio estuvo techado para poder enterrar a los muertos dadas las enormes nevadas que se producían.

A nuestra derecha veremos las ruinas de una gran casa, la antigua rectoral y al lado, la iglesia de Bulnes. Frente a la iglesia un hermoso y enorme tilo.

En este barrio es donde se encuentran los establecimientos públicos : dos bares donde se puede comer. Bar Bulnes ( telf.985845934) Casa Guillermina ( telf.985845939 ) El Albergue Peña Maín propiedad del hijo de Guillermina (mismo teléfono) y un alojamiento rural, La Casa del Chiflón ( antiguo Albergue de Bulnes ) ( telf. 985845943 ).

Bulnes es un antiquísimo pueblo quizás de origen romano, se supone que aquí se estableció un campamento que vigilaba la zona desde el barrio de Arriba, donde aún hay restos de una torre de observación (de eso el barrio del Castillo ). También en escritos del historiador Sánchez de Albornoz se hace mención a la existencia de este pueblo cuando los moros pasaron por aquí huyendo del desastre de Covadonga a través de la Canal de Culiembru, Canal de Piedrabellida, Amuesa, Bulnes, Pandébano y Aliva para ser definitivamente aniquilados en terreno de Cantabria. (Se está poniendo de moda como ruta montañera esta travesía denominada Ruta de la Reconquista ).

Esta antigua aldea de montaña llenó páginas y páginas de prensa y fue motivo de constantes comentarios en todo tipo de medios de difusión a causa de las distintas opiniones que se llevaron a cabo con motivo de su histórica incomunicación: proyectos de teleféricos, carretera por distintos lugares y al final un funicular que aunque en parte soluciona el problema, continúa dejando el pueblo sometido a la incomunicación durante unas determinadas horas del día y la noche. 

De Bulnes a Vega de Urriellu por Camburero

Situados en la plaza que hay frente a la iglesia continúa un camino de frente que sin cruzar el puente nos llevaría hacia el collado de Pandébano en una hora y media aproximadamente.

A unos cinco minutos del puente y por ese camino antedicho podríamos ver la silueta del Picu hacia nuestra derecha situado al fondo de la garganta de Balcosín a la vez que veremos tambien la cascada de las Mestas y en épocas de fuertes lluvias o deshielo un "farfau" ( salida de agua del interior del sistema carstico ). Pero no es este el camino que nosotros debemos de adoptar.

Para ir a Urriellu por Camburero deberemos de cruzar el puente y de inmediato girar a la izquierda para pasar delante del bar Bulnes y de la Casa del Chiflón, justo tras esta casa por el camino paralelo al del río saldremos del barrio de la Villa.

A la salida del pueblo, justo tras una pequeña caseta y muy próximo al río tenemos una fuente, es un tubo casi a la altura del suelo pero de agua potable. Es la fuente de La Reguina.

Abandonamos Bulnes dejando el río a nuestra izquierda y comenzamos a subir por camino poco marcado para muy pronto llegar a la cascada de las Mestas. Hermoso salto de agua que en verano se seca prácticamente.

Ojo en este sitio. Situados justo en el arroyo de la cascada la cual nos quedará a nuestra derecha, veremos un camino al lado de la cascada que es muy pendiente y resbaladizo.

Abandonemos todo intento de subir por este lugar.

Hemos de cruzar el arroyo e inmediatamente subir hacia nuestra izquierda por un empinado camino en el que al principio hemos incluso de utilizar las manos en un paso. Continuar subiendo hasta llegar al alto de un monticulo rocoso en una zona de pradería.

Volvamos la vista atras. Bulnes se ofrece en todo su esplendor. Los dos barrios, el verdor de sus prados, el bosque del monte Acebuco, la canal de Amuesa y la embocadura de la canal del Tejo por donde hemos subido. Parece un pueblo de "nacimiento" con sus humeantes chimeneas enmarcado en un campo de verdor y rodeado de altas montañas de grisacea caliz.

Estamos en el paso clave para coger bien el camino. Aquí muchas personas se extravían y se salen del camino hacia su izquierda subiendo por las laderas del monte de La Varera complicandose la existencia.

Deberemos de introducirnos en la garganta que se ve frente a nosotros dejando el pueblo a nuestra derecha. Hemos de ir justo al cauce del agua que da origen a la cascada.

Para ello bajaremos ligeramente del montículo en el que estamos por entre hierbas altas ( fijaros en las pocas rocas existentes que tienen unas flechas amarillas) e iremos de frente a la entrada de la garganta en el lugar denominado la Voluga de Castisierra.

La cascada que estaremos oyendo nos quedará bajo nosotros a nuestra derecha. Habiendonos introducido en esta garganta el camino ya no tiene ninguna pérdida, estamos en el cauce del rio Balcosín y con cuidado cuando las piedras están húmedas de no resbalar, iremos sorteando el río.

Este lugar puede presentar problemas en épocas de deshielo por la enorme cantidad de agua que puede llevar el río. En este caso hay un paso para evitar la garganta a través del denominado Sedu Balcosín. Es difícil de explicar en este escrito, por eso os aconsejo que pregunteis en el pueblo a los vecinos.

La garganta de Balcosín es un sitio sombrío en el que no entra el sol por su estrechez, aquí veremos una antigua cabaña que se utilizaba como bodega para curar los quesos de Cabrales.

Al poco tiempo la gargante se abre dando origen a un amplio valle y si nos fijamos bien, al frente podremos ver la cumbre del Picu. Discurre todo este camino al lado de un cauce seco de río que evidencia la enorme cantidad de agua que antiguamente discurría por esta zona. Ahora las aguas van subterraneas.

En un lado del camino a nuestra izquierda podemos ver un pozo de forma cuadrangular, como si fuese la base de una cabaña cabada en el suelo, se trata de un "caleru". Los vecinos de Bulnes arrojaban desde el alto de la montaña a nuestra izquierda, troncos enteros de haya del monte de La Varera. Los introducían en este pozo, sobre ellos echaban piedras y prendían fuego a los troncos. Durante días estos troncos se iban quemando y deshaciendo las piedras que se convertían en cal para hacer la argamasa de las construcciones de sus casas. ¡Dura era y sigue siendo la vida de los bulneses!
Al final de este valle de origen glaciar llegamos a un lugar donde nuevamente vuelven a fluir las aguas del río y pasamos entre unas rocas en el lugar denominado la Posa la Garganta. Aquí había una enorme piedra de forma triangular que fue arrancada a principios de siglo por un " poveriu " ( alud de nieve ) que bajó desde Carnizoso ( al lado de Urriellu ) y la arrastró con su enorme peso hasta casi donde se inicia el ancho del valle de Balcosín. Queda justo al pie del camino por donde hemos pasado. Incluso se nota la marca de la piedra donde estaba antiguamente posada y bajo la cual las vacas se guarecían del sol en el verano. El camino comienza de nuevo a estrecharse y pasamos por el lugar denominado La Garganta para llegar a una llambria (placa lisa de roca ) por la que baja el cauce del río.

Hemos de subir por este lugar cogiendonos con las manos o intentar evitar este paso unos metros antes echándonos a nuestra derecha por la zona herbosa. La zona ya no está marcada como antaño por lo que no es muy visible la ruta. Si está seco no es dificil superar este paso.

Rápidamente entramos en el Jou Baju a unos 1.050 mtrs.de altitud. Este es un pequeño circo glaciar de forma circular en el que veremos a nuestra derecha la empinada canal de Camburero. Para subir esta canal es mas aconsejable arrimarse a la derecha hacia los paredones existentes. Al inicio de la canal hay una salida de agua donde es conveniente proveerse de la misma, puesto que aunque hay dos fuentes posteriores no son facilmente localizables e incluso una de ellas está perdida por la suciedad existente en la misma.

Subiremos la canal que desgraciadamente está llena de piedras sueltas que han tapado el camino a causa de las personas que dedicandose a bajar por las pedreras han arrastrado las mismas. Desde Bulnes al Jou Baju llevaremos aproximadamente una hora y un total de dos horas y quince minutos desde Poncebos.

Casi al final de la canal de Camburero es donde se encuentra la fuente del mismo nombre pero que está prácticamente tapada por el arrastre de piedras. Llegamos a la Majada de Camburero sobre los 1.300 mtrs.

 Aquí pueden verse aún restos de antiguas cabañas. Este fue un lugar de pastoreo tradicional por parte de los vecinos de Bulnes que pasaban aquí el verano con sus ganados y elaborando queso de Cabrales. Existió en este lugar un bar y pensión que incluso tenía delante una bolera.Estuvo en servicio como unos 15 años hasta 1.935. Eso da imagen del número de personas que podía haber en el lugar. Como ejemplo podemos decir que ahora en Bulnes hay unas 20 personas pero llegó a haber mas de 200. En esta Majada de Camburero pasaron la noche del 5 al 6 de agosto de 1.904, el marqués de Villaviciosa y el Cainejo, cuando despues de haber escalado por primera vez el Picu Urriellu al bajar se perdieron en la niebla. Los pastores de Camburero les dieron cobijo y cena. En este lugar no será dificil que si vamos en silencio podamos sorprender alguna manada de rebecos o algún especímen suelto.

Rebasada la Majada de Camburero subimos por la Peña Les Cuestes, a nuestra izquierda, al lado del camino, existe un pozo que hacía las funciones de cueva para la maduración de los quesos, es conocida como la cueva del Friero. Actualmente se encuentra abandonada.

Y de inmediato si el tiempo nos acompaña la grandiosa y magnífica visión del Picu Urriellu ( Naranjo de Bulnes ) en todo su esplendor. La visión de esta montaña desde este lugar es impresionante, una de las mas bellas que podamos admirar. Su vista ya no nos abandonará en todo el recorrido si tenemos la suerte de coincidir con un día despejado.

Y aquí es donde hemos nuevamente de observar con detenimiento el recorrido a seguir. A nuestra derecha y bajo los paredones del Frailón sube un camino empinado y de piedras sueltas (marcado en rojo en la foto). Ligeramente a nuestra izquierda y en sentido descendente continúa otro (marcado en amarillo) que se dirige al fondo del Jou Lluengu que es el enorme valle que tenemos frente a nosotros. Si vamos en verano, cojamos este último, el primero es aconsejable solamente en invierno o de bajada desde Urriellu.

El camino a través del Jou Lluengu es una sucesión de terrazas con ligeras subidas que permiten avanzar sin un fuerte desgaste físico, igualmente, si vamos en verano y hemos madrugado, podremos hacer casi todo el recorrido en plena sombra.

Ya al final, el camino se empina y pasa por una estrecha garganta ( El Canalón ) donde existe una antigua fuente que hoy está fuera de uso porque los vientos dominantes en la Vega arrastran multitud de objetos que acumulan en este estrechamiento y ensucian sus aguas.

Continúa el camino ya casi bajo las paredes del Picu que nos empequeñece dadas sus dimensiones. En esta zona gira hacia la izquierda quedandonos a nuestra derecha una boca de sima que pertenece a la Torca de Urriellu con mas de 1.000 mtrs. de profundidad. ( El Picu "solo" tiene 510 mtrs. en vertical en su cara O. )

Pronto sale nuestra ruta a empalmar con el camino que viene desde el collado Pandébano y que nos conduce de inmediato a la Vega de Urriellu donde está situado el Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes y el refugio Julián Delgado Ubeda a 1.960 mtrs. Hasta aquí llevaremos caminando unas 4 horas y 30 minutos desde Poncebos. Insisto en que los horarios son muy relativos dependiendo de las condiciones físicas de la persona, las propias condiciones del terreno según la climatología y el peso a llevar aparte del conocimiento mas o menos profundo del recorrido. La distancia existente entre Poncebos y la Vega de Urriellu en trazado horizontal no llega a los 9 kilómetros.

El refugio, mas conocido como de la Vega de Urriellu está al pie de una fuente y consta de 96 plazas. Es regentado por Tomás Fernández y está dotado de emisora de emergencia y de teléfono ( 985925200 ) Hay servicio de comidas, bebidas y mantas. Está abierto todo el año aunque en épocas invernales es conveniente informarse con antelación a través del teléfono. Dada la enorme afluencia de gente que se registra en esta zona ( que no subirán por nuestra ruta ) es muy importante reservar con antelación si pretendemos pernoctar en el refugio.

Actualmente están siendo controladas las acampadas en el Parque Nacional y no se permite al lado de los refugios mas de un 10 % de la capacidad del mismo, en este caso, no mas de 10 tiendas.

El Picu Urriellu, conocido desde tiempos inmemoriales por los vecinos de la zona con el nombre de " El Picu " pasó a adquirir una fama no merecida como montaña asesina a través de una serie de accidentes e intentos por conquistar su cara oeste en invierno a principios de los años 70 y fueron los medios de comunicación quienes utilizando su otro nombre de Naranjo de Bulnes lo llevaron al conocimiento del gran público.

Este nombre de Naranjo, de desconocido origen empezó a ser utilizado por el geólogo alemán Gustavo Schulze, por cierto siguiente conquistador de su cima tras el marqués de Villaviciosa y el Cainejo y primero que subió en solitario. En la actualidad esta montaña es mas conocida a nivel mundial por este nombre que por el ancestral de El Picu. Y para finalizar dejamos constancia de una frase pronunciada por una viejecita de Bulnes que ya falleció...: ¿ Porqué me llamais Naranjo si fruta no puedo dar ? ¡¡ Que me llamen Picu Urriellu que es mi nombre natural !!
 DE VEGA URRIELLU AL TORRECERREDO 2.649 m
Una vez en la Vega de Urriellu y tras aprovisionarse de agua de la fuente cercana al refugio J. D. Úbeda, nos dirigimos hacia el noroeste por un sendero balizado con jitos que nos aproxima a la estrecha pasada de la Brecha de los Cazadores (2.253 m.). Superada ésta y con una magnífica panorámica sobre el gran monolito del Pico Urriellu y su cortejo de agujas, avanzamos con rumbo a la collada Arenera (2.283 m.) flanqueada por los murallones de las Agujas Areneras y del Neverón de Urriellu. Efectuamos a continuación un breve descenso hasta una hoya donde existe la bifurcación con la ruta del refugio de J. R. Lueje en el Jou de Los Cabrones. Evitamos tomar esa inadecuada ruta yéndonos hacia la izquierda por el itinerario que continúa señalizado con jitos de piedra, el cual va superando hoyos y lomas bajo las estribaciones septentrionales del Neverón de Urriellu y La Párdida. Nada más rebajar una oquedad que nos queda a la izquierda de la ruta, descendemos definitiva mente al collado del Jou de Cerredo (2.300 m.) donde concurre la ruta procedente de Los Cabrones.
Desde esta abierta zona rodeada de estas ingentes montañas cuyas atrevidas cimas asoman sobre los verticales murallones que las sostienen, nos dirigimos hacia los espolones del Torrecerredo para coronar su cima por la ruta considerada normal. De trepada fácil aunque algo expuesta, es especialmente recomendable material de seguridad para los montañeros con poca experiencia. La señalización nos conduce hacia una gravera y más allá hay una serie de terrazas superpuestas que superamos fácilmente. Nos hallamos en la base de una profunda y pedregosa canal y evitando la progresión por el fondo de la misma, realizaremos una trepada hacia el muro derecho para de seguido girar a la izquierda y situarnos en la base de la pared central.
Escalamos los últimos resaltes que de manera sesgada vamos superando hacia nuestra izquierda gracias a las abundantes y seguras presas, que posee la muralla. Muy cerca de la arista cimera nos toparemos con una pequeña cueva, factible vivac para casos extremos.
Pocos metros nos restan para culminar este magnífico itinerario que finaliza en la cota 2.649 m., «techo» de Asturias y de toda la Cordillera Cantábrica. La cima está coronada por un vértice geodésico y una imagen de la Virgen de Covadonga que contempla una panorámica sobre el núcleo principal de los tres macizos y otras montañas más alejadas de nuestro entorno.
LAS 100 MONTAÑAS MAS GUAPAS DE ASTURIAS
ANGEL FERNANDEZ ORTEGA

EMBALSE DE PONCEBOS - BULNES - AMUESA - JOU DE LOS CABRONES - JOU NEGRO - TORRE DE CERREDO
http://personal.telefonica.terra.es/web/picos/home.htm
NOTA: Nosotros realizaremos este recorrido pero en sentido inverso, es decir: TORRE DE CERREDO - JOU NEGRO - JOU DE CABRONES - AMUESA - BULNES - PONCEBOS)
Punto de partida: Embalse de Poncebos
Duración: 12 horas.
Desnivel: 2.400 metros.
Dificultad: Poco difícil (IIº). La trepada de Torre Cerredo es de las menos exigentes dentro de este grado de escalada. No obstante, ha de tenerse mucho cuidado con el grijillo que se asienta en los grandes peldaños que configuran el último tramo de la ascensión, el más aéreo y expuesto. La sencillez de la trepada lleva a gran número de montañeros a descuidar el "abc" de la escalada, la regla de los tres puntos de apoyo. Para progresar en la pared nunca han de moverse dos miembros a la vez. La razón es bien sencilla, tres puntos de apoyo garantizan un equilibrio estable y una progresión segura. Un hipotético resbalón no tendría consecuencias irreversibles.

En un segundo plano quedarían las distintas trepadas que pueden encontrarse en la aproximación a la montaña y durante el descenso hacia Caín. Dentro de éstas, ha de destacarse con especial interés una corta travesía en llambria que interrumpe la rampa de descenso de la Collada Bermeja al Hoyo Grande Bajero / Cimero. El paso es corto pero aéreo. Presenta una caída más imponente que la que acompaña en la ascensión a Torre de Cerredo, pero la inclinación del tramo atenúa esa angustiosa sensación de vacío.

Características: Torre Cerredo es el techo de los Picos de Europa. Enclavado en pleno Macizo Central, domina los cielos de Asturias y de León. La aproximación a la montaña puede hacerse por cada una de las tres Comunidades Autónomas que comparten el territorio de los Picos de Europa. Respecto de las posibles marchas de acercamiento a la base de la pared, es preciso hacer las siguientes consideraciones, para fundamentar la elección del itinerario que, más adelante, pasaré a describir:

a) Marchas de aproximación desde Cantabria. La considerable distancia que separa los pueblos de la cabecera del Valle de Liébana de la cima de Torre Cerredo constituye un inconveniente muy a tener en cuenta si se pretende alcanzar la cumbre en una jornada. La belleza del valle y el descubrimiento de los grandes jous del Macizo Central se conjugan con el peso de la historia, otorgando a la Liébana el papel protagonista en la "conquista" de esta montaña. En Julio de 1.892, cuando las comunicaciones del valle aún requerían del uso de caballerías y nuestras montañas ya sufrían las profundas heridas derivadas de la explotación de sus recursos minerales, se alcanzan las cimas más altas de los macizos central y occidental. Las instalaciones mineras ubicadas en los Puertos de Áliva facilitaron el acoso del primero de estos colosos cantábricos. La extensión del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga a los tres macizos de los Picos de Europa decanta el pulso a favor de la conservación en detrimento de una actividad minera ya en declive. El descubrimiento del itinerario seguido por los primeros ascensionistas, unido a la grandiosidad de una naturaleza en que se tratan de borrar las huellas dejadas por la extracción minera, convertirían al Valle de Liébana en uno de los puntos de partida más emotivos para intentar la ascensión a Torre de Cerredo.

Pese a estas premisas tan alentadoras, he preferido decantarme por otras alternativas. Para alcanzar el techo de los Picos me interesa más el aislamiento y la soledad que debería reinar en una montaña enclavada en las entrañas de la alta montaña cantábrica, que seguir un itinerario histórico adulterado por una explotación turística consentida en el interior de un Parque Nacional. En las faldas de algunas de las montañas que sobrepasan los dos mil seiscientos metros, se suceden carreteras / pistas de acceso a complejos turísticos, un parador en pleno circo glaciar, un teleférico, un hotel que domina un vasto pastizal de alta montaña, un refugio de montaña de escasa capacidad, cuerdas fijas y una ferrata. La aproximación a la montaña se ha reducido artificialmente en unas tres horas (súmense otras dos horas para el descenso). Sirva de ejemplo el Pico de La Padierna, una montaña de más de dos mil trescientos metros convertida en un simple paseo de poco más de una hora. Sé que hay montañas que han de estar al alcance de todo el mundo, pues todos tienen derecho a disfrutar de la naturaleza; pero me da pena ver como esa popularización de la montaña alcanza a las más altas y escarpadas peñas de nuestros Picos. Colinas y modestas montañas permiten disfrutar de un agradable paseo a gente sedentaria escasamente formada. Pueblos asentados por encima de los mil metros y puertos de montaña que comunican valles dejan altas montañas al alcance de montañeros que se inician. El resto de agrestes peñas que configuran las cordilleras, permiten a los montañeros que dedican parte de su tiempo a prepararse para más altas metas, descubrir rincones apartados de la civilización y gozar de las sensaciones que proporciona la alta montaña. Un panorama idílico que permite a cada persona disfrutar de la naturaleza en función de su capacidad física, técnica y psicológica. Desgraciadamente cualquiera puede acceder a las más apartadas cumbres. No es un sentimiento egoísta, es la constatación de que esa democratización de la montaña no responde a un modo de vida más sano, deportivo y saludable; sino a una concepción urbanizadora de la montaña que vence las dificultades a base de tecnología. La tendencia a la obesidad en los países civilizados se incrementa alarmantemente, en tanto que el número de personas que asciende a las cumbres más altas y difíciles también está experimentando un notable auge. Para resolver esta aparente contradicción basta adentrarse en los Picos de Europa. Teleféricos, refugios, ferratas, caminos ganados a la peña a base de voladuras y un infinito etcétera. Hoy la distancia y desnivel que separa la civilización (un refugio de montaña no es más que un oasis civilizador que proporciona techo y, frecuentemente, comida y mantas) de Torre Cerredo, no difiere en mucho de la que existe entre mi pueblo (6 metros sobre el nivel del mar) y las colinas de su entorno. Si las sensaciones y condicionantes que proporciona la alta montaña vienen, en su mayor parte, dadas por su mayor alejamiento de la civilización, ¿qué significado le estamos dando hoy en día a la montaña más alta de los Picos de Europa?, ¿qué podemos hoy sentir al poner el pie sobre su cumbre?, ¿cómo será la montaña que conozcan nuestros hijos?, ¿dónde podremos ir a disfrutar del montañismo que inspiró a nuestros ancestros?.

Torre Cerredo se merece algo más, de ahí que me decante por marchas de aproximación menos adulteradas, que transmitan lo más fielmente que hoy sea posible el significado de una montaña que se erige en máxima cota de nuestros Picos. Porque la grandeza de una jornada de alta montaña no radica en caminar mucho (conozco personas sedentarias que caminan más de cincuenta kilómetros para ir hasta Covadonga), sino en hacerlo afrontando un alejamiento progresivo de la civilización, de sus comodidades y de la seguridad y apoyo psicológico que ésta proporciona.

b) Marchas de aproximación por tierras asturianas. Los itinerarios más frecuentados parten de los pueblos cabraliegos de Bulnes y de Sotres. El estado de degradación de los antiguos caminos que daban acceso a los pastos y majadas de Sotres hacen que me decante por la opción de Bulnes. El mayor volumen de personas que escogen la opción de Sotres cuentan con un entorno adulterado que encubre la dureza de la aproximación a Torre Cerredo. Las pistas de uso exclusivo ganadero, han degenerado en un circuito automovilístico de acoso a la alta montaña. La idea extendida de aceptar como punto de partida todo lugar al que se acceda en coche, incluso desatendiendo las normas que prohiben la circulación de vehículos, es la lógica consecuencia de un montañismo acomodado que pretende alcanzar las cumbres más altas con el mínimo esfuerzo. No se trata de machacar el cuerpo buscando puntos de partida cada vez más alejados, sino de aprovechar los asentamientos tradicionales y recorrer los caminos y sendas que los comunican con sus invernales y majadas para acercarse al mundo de la alta montaña; se trata, en definitiva, de mantener la civilización dentro de sus límites, siendo respetuosos con las barreras que la propia montaña establece. 

La duración y dureza del recorrido hasta la Vega de Urriellu se ha atenuado considerablemente. El aprovechamiento turístico de una pista de concentración parcelaria ahorra una hora de marcha. Tachamos el recorrido hasta Canero de no deseable y aceptamos la creación de un aparcamiento en este entorno, incrementando los efectos nocivos de una pista pensada con otra finalidad. La mejora de las condiciones de los lugareños puede considerarse una consecuencia lógica de las sociedades modernas; pero no ha de amparar un uso turístico depredador de la montaña. En este último caso no se estaría hablando de progreso, sino de retroceso en la evolución del montañismo y en la labor de conservación de los valores naturales de la alta montaña. 

En la Terenosa se inicia un camino de gran amplitud que corrige el trazado del antiguo sendero de la Vega de Urriellu. En su día fue defendido como la gran conquista del montañismo asturiano. Lo único que ha servido es para que los burros puedan portear material al refugio de montaña construido en la vega. Las voladuras llevadas a cabo en pleno corazón de los Picos han convertido un sendero de alta montaña en una ruta de senderismo. La seguridad de los turistas se garantiza con la ampliación de un refugio que garantiza todo tipo de comodidades. El símbolo de la montaña asturiana, la antaño considerada montaña inaccesible, está deviniendo en una ingente escuela de escalada con aires de parque de atracciones. Agujereada con escarnio por todas sus caras, permite ser ¿conquistada? diariamente por gran número de cordadas. El reino del ocho, de los nudos y de los seguros, con el más absoluto desprecio a la historicidad de un símbolo y al valor de unos hombres que hace ya casi un siglo nos enseñaron el camino a la cumbre. Unos escaladores que basaron sus ascensiones en la técnica y en un estilo impecable. Un modo de entender la escalada que limita el número de personas que puede pisar la cima de este monolito, pero que explica por qué esta montaña se erigió en un símbolo de la escalada en España. 

Adaptar la montaña a nuestras limitaciones, en vez de ir descubriendo nuestros miedos y carencias a fin de pulirlos y minimizarlos a base de esfuerzo y sacrificio, como único medio de ir alcanzando metas cada vez más ambiciosas, es un concepto del montañismo que se desvincula de la evolución de todo deporte, y que olvida el pasado , el presente y el futuro de una actividad que sólo tiene sentido en un marco natural ajeno al acoso civilizador. La alta montaña es de los pocos ecosistemas que se podrían mantener inalterados, manteniendo los valores naturales que conocieron nuestros antepasados y que podrían disfrutar nuestros descendientes. 

Explotar la montaña turísticamente, supone privarla de su significado. Cuando se afirma que las modernas sociedades industrializadas son demandantes de espacios naturales, se entiende que la gente busca rincones inalterados. Ofertar una naturaleza humanizada y domesticada es destruir los pocos rincones que no están degradados, en los que aún es posible la supervivencia de especies que rehuyen al hombre. Enseñemos a los que se acercan a la montaña el patrimonio histórico-cultural que éstas encierran (majadas, cuevas de elaboración del queso, invernales, iglesias, calzadas romanas, pueblos) y sus valores naturales (valles glaciares, gargantas, cuevas, vegas, bosques y montañas) sin degradarlos. Dejemos de vender lugares recónditos y agrestes que sobrepasan la capacidad de una sociedad sedentaria, y cuyo único valor es la recompensa personal de la superación. Si suprimimos las barreras y dificultades que éstos encierran, ¿qué nos queda?.

La aproximación a Torre Cerredo por el pueblo de Bulnes tampoco ha sido ajena a esta concepción de montañismo acomodado. Aparte de las inevitables marcas de pintura y de la instalación de innecesarias cuerdas fijas, destacar la instalación en el Jou de los Cabrones de un refugio de montaña. Esta no era la única instalación ¿deportiva? que jalonaba el recorrido. En la majada de Amuesa existía un antiguo refugio de montaña. Estaba totalmente integrado en el medio, pues mantenía la estructura de las cabañas colindantes. Se podría decir que no era más que una cabaña afectada a un uso deportivo. Sometida a un profundo proceso de ruina y abandono pone en tela de juicio la política de refugios de la Federación de Montañismo del Principado de Asturias. Lo que interesa no es el servicio al montañero y el respeto al entorno, sino la rentabilidad. En vez de abandonar esta instalación, podría haberse descuidado la conservación del refugio del Jou de los Cabrones. El refugio de Amuesa era un refugio integrado en el medio, ubicado en la zona de pastos donde los pastores desenvolvían su vida durante los meses estivales. Estaba lo suficientemente cerca del pueblo y lo bastante alejado de las grandes cimas del Macizo Central, como para garantizar el derecho de unos a mantener la política de refugios, y el derecho de los demás a no ver una naturaleza degradada urbanísticamente. Sin embargo, la Federación se ha decantado a favor del refugio de Cabrones, en la misma base de cumbres que se elevan por encima de los dos mil quinientos metros. La civilización llevada al corazón de los Picos, en aras de proporcionar una aparente seguridad, adulterando los valores de un macizo de alta montaña y del colectivo que se autoproclama máximo defensor de este ecosistema. 

¿Porqué prohibir el paso de los montañeros a determinados rincones, si esta actividad es inocua? Marcas de pintura, ferratas, cuerdas fijas, aparcamientos en pistas de uso exclusivo ganadero, carreteras de montaña con finalidad meramente turística, edificaciones en lugares recónditos calificados como no urbanizables y un largo etcétera que debería hacernos replantear nuestra visión de la montaña y de la influencia de este colectivo en el medio. A principios del siglo pasado, el quebrantahuesos reinaba en nuestras montañas. El Picu Urriellu también era su símbolo. Hoy se trata de reintroducir. Mucho me temo que su silueta nunca vuelva a sobrevolar sobre el Picu. Estas aves, como otras muchas especies, rehuyen la presencia del hombre. Ninguna actividad humana es inocua, y las que favorecen la masificación de los rincones apartados, a los que han sido desplazadas muchas especies animales, mucho menos. 

Pese a estas consideraciones voy a describir el ascenso a Torre Cerredo desde Bulnes. La belleza y hermosura de reconocidos rincones que se esconden en cada recodo del camino, no merece desconocerse por haberse adulterado sus valores esenciales. La majada de Amuesa y el Jou Negro son de esos lugares que no dejan indiferente al montañero. La primera, ubicada en una meseta de pastizal que pende de una de las gargantas más profundas y renombradas de España (la Garganta del Cares), constituye uno de los asentamientos más plácidos, dentro del atormentado mundo calizo del Macizo Central. El topónimo "Amosa", evoca un pretérito pasado histórico de gran esplendor. Cuenta Sánchez Albornoz que esta planicie fue alcanzada por los pocos sarracenos que escaparon de la Batalla de Covadonga. Vapuleados en Covadonga y condenados a vagar por las laberínticas escarpaduras de la abismal tajada del río Cares, poco podían estos hombres imaginar que, escondida en uno de los Macizos más agrestes de España, se abría una vasta planicie de pastizal de tanta hermosura. El camino hacia la Meseta, libre del acoso de los cristianos, entraba en los grandes pastizales que han propiciado la consolidación de asentamienos humanos permanentes, caso de Bulnes y de Sotres. 

Respecto del Jou Negro basta decir que es uno de esos enclaves que no se puede describir con palabras. En sus entrañas encierra uno de los pocos microglaciares que se conserva en los Picos. Más que por la importancia de esta reducida mancha de nieve, vestigios de un esplendoroso pasado glaciar, destaca por constituir uno de los ejemplos más significativos de lo que es un glaciar. En un cuenco de escasas dimensiones, la diminuta lengua glaciar, marca perfectamente lo que son sus morrenas lateral y frontal. La morrenas están formadas por los materiales que arrastran los glaciares en sus desplazamientos. Se habla de morrena lateral cuando estos materiales se van asentando en los lados de la lengua de nieve. Por su parte, la frontal es la que se forma en el frente del glaciar. La Llomba de Toro, en Áliva, o la Picota, entre los lagos Enol y Ercina, son antiguas morrenas glaciares. El glaciar del Jou Negro permite disfrutar de un glaciar a escala, en que estudiar parte de sus componentes. 

El Jou Negro es un circo delimitado por el Pico de los Cabrones y Torre Cerredo. Esta torre, escoltada por dos bellas agujas (Labrouche y Risco de Saint-Saud), muestra en este rincón una de sus caras más esbeltas. Una silueta piramidal, gemela al perfil que el Pico de los Cabrones proyecta sobre el Jou homónimo. ¿Se puede soñar tanta belleza en pleno corazón de un macizo de desnuda caliza? ¿Es este santuario lugar para edificar un caseto cilíndrico, pensado -en principio- para permitir a los montañeros gozar de la alta montaña? ¿Es la montaña una sucesión de imágenes de postal que se conservan en la retina, o es algo más complejo que impregna los sentidos? Sólo cuando el montañero empiece a descubrir el significado de la montaña, empezará a comprender que su paso por la naturaleza es efímero, y por tanto no ha de dejar huellas perdurables en un ambiente que ya se ha encargado de demostrar que no es lugar para el hombre urbanizador, sino que sólo acoge al hombre que va de paso. Porque no se puede disfrutar de una naturaleza adulterada, donde la mano del hombre enmascara todos los encantos que una mano superior ha puesto a nuestra disposición. Porque la comodidad se contrapone a un deporte íntimamente ligado a una naturaleza virgen e inalterada, que sólo ofrece la contradicción de disfrutar sufriendo. Y porque, lamentablemente, he de concluir que los verdaderos defensores de la montaña son quienes la ignoran, pues al menos la dejan inalterada para que los amantes de estos espacios disfrutemos de aquello que nos empeñamos en destruir, el contacto directo con una naturaleza cambiante e inhóspita.

c) La vertiente leonesa, el pueblo de Caín.
Hablar de León, cuando de subir a Torre Cerredo se trata, es habla de Caín y de la temida Canal de Dobresengos. Ese aura de inaccesibilidad que rodea a ciertos topónimos de los Picos, no se corresponde con la realidad. Es la consecuencia lógica de la desinformación y la asimilación de datos deslavazados y pasados por el tamiz subjetivo de montañeros escasamente formados. La Canal de Dobresengos no es difícil. Incluso puede afirmarse que en caso de vernos sorprendidos por la niebla es de las menos complicadas a la hora de encontrar el camino de descenso. Simplemente obliga a salvar un fuerte desnivel para llegar a ninguna parte. Esta canal termina en los Hoyos Grandes (Bajero y Cimero). Junto con Vega Huerta (Macizo Occidental), puede considerarse como uno de los pocos rincones no adulterados de los Picos de Europa. Rodeados por los grandes colosos calizos del Central, montañas que rebasan la línea de los dos mil seiscientos metros, se hallan incomunicados de la red de refugios que masacra la alta montaña cantábrica. ¿No será este aislamiento del mundo civilizado ese valor añadido que dota a este entorno del aura de grandiosidad de la que estamos privando a nuestras montañas? La travesía que hoy se propone combina el desnivel más brutal que existe en los picos de Europa (Poncebos - Torre Cerredo), con el descenso por uno de los terrenos menos degradados del macizo. Ahora corresponde al montañero que se adentra en este mundo dejarse impregnar por los sentidos y aprender a discernir el grado de exigencia de una naturaleza domesticada, del encanto de una montaña inalterada y eternamente cambiante.

El ascenso a Torre Cerredo desde Poncebos siempre fue considerado como una gran hazaña montañera. No digo nada cuando se completa el recorrido con el descenso por la Canal de Dobresengos. Sin embargo, estas afirmaciones son erróneas y carentes de sentido. Parte de aceptar datos subjetivos de gente sedentaria que se acerca a la montaña el fin de semana (y cuando no llueve). Estos desniveles pueden ser infranqueables para gente que se inicia en la montaña, pero son de lo más natural para aquellos que llevan toda su vida entre las peñas. El montañismo, como todo deporte, requiere preparación; y la preparación sacrificio. Cuanto más tiempo se le dedique al entrenamiento, mayores metas podrán alcanzarse. Lo bonito de la montaña es que se puede disfrutar toda una vida sin necesidad de una preparación mínima. El error del montañismo es pretender emular al vecino, y pretender conquistar todas las cumbres, desconociendo las propias limitaciones y careciendo de un nivel físico, psicológico y técnico mínimo.

La experiencia y una visión objetiva de la realidad me llevan a evitar ese ensalzamiento exagerado de rutas duras, pero asequibles a una persona sana y no excesivamente afectada por una vida sedentaria. Cuando llegamos a Caín y vemos a los pastores caminar tranquilamente por sus calles, antes de iniciar sus labores de siega o recogida de tila, probablemente ignoremos que ya han subido, esa misma madrugada, la Canal de Dobresengos y se han acercado a la misma base del Pico Tesorero para ir a controlar a sus rebaños; en tanto que nosotros, nos disponemos a iniciar una gran jornada montañera que nos llevará todo el día y llegaremos agotadísimos a casa. Algunos dirán que los pastores son gente especial. Mas son simples personas obligadas por su trabajo a mantener las piernas siempre activas, que no se ven abocados al atrofiamiento muscular de la vida sedentaria en las ciudades. Son hombres obligados a vivir en la peña, muy buenos en su oficio, como cualquiera de nosotros en nuestras actividades cotidianas. La vida urbana nos aboca a una vida sedentaria que raramente se corrige con el ejercicio semanal. Para mantener un nivel físico aceptable (estar en forma), ha de dedicarse al ejercicio un mínimo de tres días alternos a la semana y sobrepasando un nivel de pulsaciones. En caso contrario el cuerpo humano, como toda máquina se atrofia. La preparación de cada uno es una cuestión personal, pero a la hora de evaluar la dureza de un recorrido, no han de reflejarse las carencias personales en esa valoración que se pretende objetiva del recorrido. Una vía de segundo o tercer grado puede parecernos muy difícil, incluso obligarnos a encordarnos, pero no se puede decir que sea una trepada difícil, pues para eso se ha establecido una escala objetiva que se inicia, precisamente, con esos dos grados de escalada. Por tanto, y para concluir esta larga exposición, he de decir que Torre Cerredo es la trepada más fácil que puede encontrarse (el que se quiera encordar que lo haga, pero que no deje rastro de su impericia en la pared), y el desnivel es de lo más asequible para un montañero normal. Entiendo por un montañero normal aquel que sale al monte con asiduidad y que dedica un mínimo de tres horas semanales a mantener su cuerpo activo. Puede que esté equivocado, pero ver a niños de diez años subir a Torre Cerredo desde Poncebos (más de una vez), me parece que responde a la realidad que describo.

Podemos respetar la montaña y mantenerla en las mismas condiciones que la encontraron nuestros antepasados o llenarla de pintura, postes señalizadores, ferratas, clavijas o refugios. La primera opción no se opone al desarrollo de los pueblos y a la mejora de vida de sus habitantes, sino que se enfrenta a la extensión de la civilización más allá de los límites impuestos por los asentamientos tradicionales. Los medios de transporte no han de rebasar los núcleos rurales; admitiendo únicamente el paso de vehículos agrícolas por las pistas que dan acceso a las praderías e invernales colindantes. Si por el contrario nos decantamos por la segunda opción, la más extendida dentro del colectivo montañero, estaremos condenados a disfrutar de un montañismo acomodado, cada vez menos preparado y privado del conocimiento y experiencia que proporciona el recorrido por rincones inalterados y aislados del acoso civilizador. ¿Queremos una alta montaña humanizada? ¿Merecemos privarnos de un cúmulo de sensaciones, impensables bajo el actual concepto de montañismo, por el mero hecho de pretender rebajar la montaña a nuestro nivel? Aprendamos a renunciar a muchas cumbres, para aprender a conocer la verdadera montaña.

Descripción:

Accesos
El Embalse de Poncebos, que recibe el nombre de un antiguo puente que existía en el lugar, es una diminuta presa que encauza parte del curso del Río Cares para un tercer aprovechamiento hidroeléctrico de este río.
Está situado a unos cinco kilómetros de Arenas de Cabrales. Se accede a él por una sinuosa carretera de montaña que remonta por la margen izquierda (sentido ascendente de la marcha) del río Cares.

Embalse de Poncebos - Canal del Tejo - Bulnes de Arriba ( 1 hora 15 minutos )
A la cabecera del embalse de Poncebos, la carretera nos devuelve a la margen derecha del río Cares (sentido ascendente de la marcha). Entra en un corto túnel. Al otro lado se encuentra la bifurcación donde se coge la carretera que sube a los pueblos de Tielve, Sotres y Tresviso. Pasando el puente que salva el cauce del río, inicio de esta carretera que se adentra en el desfiladero del río Duje, se encuentran los Llanos de Torbanes. En esta explanada se ha habilitado un pequeño aparcamiento, en la boca del funicular que, a través de las entrañas de la peña, sale a la luz en el entorno del pueblo de Bulnes.

Si de lo que se trata es de seguir el camino antiguo del pueblo, se entra por el ramal asfaltado que continúa de frente, paralelo al curso del río Cares, pero a mayor altura. Entra en la Ería de Bárcena, donde se encuentran dos instalaciones hoteleras. Sin solución de continuidad se llega a un nuevo cruce. La carretera de la derecha sube al pueblo de Camarmeña. Nuestro caminar, por el penoso asfalto, se prolonga por la caja de un antiguo y desechado proyecto de carretera. Pretendía comunicar Asturias con León a través de la Garganta del Cares. Ha de pasarse otro corto túnel, tras el que se encuentra una caseta informativa estacional del Parque Nacional. Entre las imponentes peñas que cierra la margen derecha del río Cares, se abre una tajada descomunal. Esta profunda brecha delimita la Sierra de Maín del Murallón de Amuesa. La potente acción erosiva de una lengua glaciar, se fue abriendo camino entre las montañas, dando forma a la Canal del Tejo. Esta lengua de hielo se alimentaba del campo de nieve asentado en lo que hoy son el Jou de los Boches y el Jou Sin Tierre. Descendía por todo el Jou Lluengu, aislando una aguja que hoy se ha erigido en el símbolo de los Picos de Europa. Esta esbelta aguja (peña modelada por la acción erosiva de los glaciares) ha sido modelada por el frío y el viento, dando forma a la grandiosidad del monolito del Picu Urriellu.

El pequeño torrente que se precipita por la Canal del Tejo, ha ido disolviendo la caliza, completando la acción erosiva iniciada en épocas glaciares. Por la abertura de la canal, se contempla momentáneamente el punto somital del Naranjo de Bulnes, emergiendo a duras penas por detrás del Monte Acebuco.

Una cabaña se asienta en la pequeña pradera que irrumpe en el entrante que forma la mecedura del arroyo del Tejo con el río Cares. Junto a el se inician las revueltas de un amplio camino. Este camino se toma en el tramo asfaltado que se está recorriendo. Baja, a mano izquierda, hacia el cauce del río. El puente La Jaya permite alcanzar la margen opuesta de este curso de aguas esmeralda. Es un puente estrechito que se eleva a gran altura sobre el fondo del río. Cuenta, desde hace poco tiempo, con unos muretes laterales que atenúan la impresión de ver, allá abajo, las hermosas pozas de aguas límpidas.
Superados los pocos tornos que se inician junto a la solitaria cabaña, el sendero avanza suavemente hacia el arroyo que discurre por las entrañas de la Canal del tejo. Cruza el torrente por un puente de reciente construcción y empieza a remontar con la comodidad que garantizan las continuas revueltas. Tras el primer repecho, un breve descenso devuelve el camino a la vera del arroyo. Efímero episodio, pues enseguida retoma el sentido ascendente. Bien por el antiguo camino (bastante perdido), bien por los marcados tornos del Pardu las Robres, se va ganando altura por las laderas inferiores de la Sierra de Maín. 

Sobre las pindias laderas herbosas de la margen izquierda del río, se yergue un laberíntico complejo de pandas, viras y desplomes, en que se confunden negras oquedades e inverosímiles pasos pastoriles. 

El camino de Bulnes ya no recupera la compañía del río hasta Colines de abajo. Esta hermosa campera que se extiende a la orilla del arroyo, esconde un abundante manantial de agua cristalina. Con el agradecido arrullo del torrente, se afronta el último repecho antes de llegar a Colines de arriba, donde se encuentran los primeros invernales de Bulnes. En esta camperuca se encuentra el desvío hacia el barrio cimero de Bulnes, El Castillo. Si se ha aprovechado la oscura noche para subir con la fresca, las luces del pueblo, destacando en lo alto de una cuesta, nos habrán servido de referencia durante buena parte de la ascensión. Si, por el contrario, ya se ha subido al amparo de la luz mañanera, las casas del pueblo pasan más desapercibidas, yéndose nuestra vista un poco más a su izquierda, atraídas por la bella silueta de la panda de Peña Castil. 

La fuente de Colines de arriba se cobija en la margen izquierda del río, al pie de uno de los extremos del puente. Con el frescor que rezuman los cursos de agua durante la mañana, se acomete la última cuesta antes de llegar a Bulnes de arriba. El barrio del Castillo se asienta en un coteruco de 719 metros de altitud. Este peñasco señalaba el punto de confluencia de las lenguas glaciares que se precipitaban por Valcosín y por la Canal de Amuesa. En este momento nos interesa más la segunda. Su lento pero constante fluir, horadó un hermoso valle glaciar al pie del Bobio (parte inferior de la piramidal cuesta de los Albos). De este modo, los suaves relieves del sector más oriental de Amuesa, quedaron desgajados de la inclinada zona de pasto del Bobio. La masa de hielo fue erosionando el fondo del valle, formando a sus lados los alargados e imponentes farallones calizos, de los que hoy penden ambos pastizales.

Bulnes, El Castillo - Canal de Amuesa - Collao Cima ( 1 hora 15 minutos )
El valle glaciar de Amuesa se extiende al Sur de un extenso murallón pétreo. Esta barrera natural es la continuación de los paredones que delimitan la Canal del Tejo por el Oeste. La vertiente Norte de este brazo oriental de la meseta de Amuesa, da vida al murallón homónimo, que irrumpe sobre la margen derecha del río Cares, delimitado entre la Canal del Tejo y la de Estorez.

El camino de la majada de Amuesa se coge en el mismo pueblo de Bulnes. Apenas tocándolo tangencialmente, salimos por la derecha de un viejo conjunto de casa y cuadra algo separado del núcleo del barrio. El camino se adentra en un espeso túnel vegetal, encajonado entre los avellanos que crecen a lo largo de las murias que delimitan las praderías del Castillo. No se tarda en salir a terreno más abierto, dando vista al torreón que se alza en el vértice de confluencia del valle glaciar de Amuesa y de la Canal del Tejo.

Se sigue ganando altura por una vaguada muy tomada por los helechos. En su parte superior se encuentra la Fuente Torno. El manantial se ha desviado al actual bebedero, sito al par del camino, utilizándose parte del fuerte caudal que brota en un peñón contiguo para abastecer al pueblo. Se superan un par de tornos y se entra en las primeras vegas del valle. La primera no es muy grande, pero se cobija al pie de los enormes bloques desgajados del murallón que se alza a nuestra derecha. La vega central es la más extensa. Esta llanura supone un ligero alivio, antes de acometer la ascensión de la Canal de Amuesa, que cierra el valle por el Oeste. Viene caracterizada por el alargado pedrero que se extiende por las laderas de su derecha. Un marcado rastro lo recorre en su totalidad. Es la señal evidente de su uso frecuente por los pastores y montañeros que vienen de regreso. Lógicamente, para subir hasta la majada ha de evitarse la gravera. El camino remonta en retorcidas revueltas por la parte opuesta de la canal. 

El falso llano de la vasta vega central del valle, termina en un incordiante repecho que da paso a una última vega. Esta reducida y redondeada campera, esta dominada por el helecho. Entre la exuberante fuerza de esta planta se cuela el camino, dando paso a las pedreras inferiores de la Canal de Amuesa.

Las continuas revueltas hacen la ascensión muy llevadera. Se remonta por la izquierda de la canal. Atrás va quedando el bello valle glaciar que precede al pueblo de Bulnes. Superada más de la mitad de la ascensión, se ataca directamente una cuesta herbosa, antes de ir tirándose hacia la derecha, en busca del embudo de salida. Este último tramo se hace más largo de lo que a simple vista aparenta.

El camino llega a un primer bebedero. Apenas rezuma algo de agua entre el musgo que se adhiere a sus piedras. Un poco más arriba, una peña da vida a un ligero estrangulamiento de la canal. A mano derecha sale el camino que entra directo a la majada. De frente, al doblar la peña, se esconde la fuente. Su chorro se debilita durante el estío. Parece condenada a un no muy lejano final. No es una fuente en la que se deba confiar. 

Apenas unos costosos metros separan la fuente del Collao Cima. Al otro lado de la collada se encuentran los pastos de Amuesa, por encima de la barrera de los 1.400 m.. Este pastizal se extiende a lo largo y ancho de una vasta meseta. La suavidad de relieves contrasta con las vertiginosas caídas de su vertiente Norte, delimitadas entre la Canal de Piedra Bellida (Cuesta Areños y Pando Culiembro) y la Canal del Tejo. Entre ambas se intercalan las lineales canales de Estorez y Sabugo. Todas vierten al Cares, donde se hermanan con las más rectilíneas canales del Macizo Occidental de La Raya, las Avareras y el Saigu. Por encima de este conjunto se alza el Cabezo Llerosos, amesetada cima que dota a la meseta de Amuesa de un marco de incomparable belleza.

Las dos grandes montañas que dominan toda esta extensa mancha de pastizal son Los Albos y los Cuetos del Trave. Aquéllos, pese a hallarse separados de Amuesa por un alargado jou, se hacen omnipresentes al que se acerca a este paraíso de la media montaña. Su piramidal silueta embellece una de las majadas más codiciadas del Macizo Central. Una de sus cabañas estaba habilitada como refugio de montaña. Actualmente se halla en un profundo estado de abandono. Sus vecinas, las cabañas afectadas al pastoreo, están condenadas a la misma suerte. Los últimos pastores que subían a hacer majada a Amuesa, se van quedando en el pueblo. 

El otro gran coloso que domina el pastizal de Amuesa es el Cueto del Trave. Esta peña caliza se extiende más allá de la Cuesta homónima. Se erige en el extremo noroccidental de una sucesión de cimas que se inicia en la Collada del Agua. Pese a no constituirse en máxima altura del cordal, al encontrarse en uno de sus extremos, sí goza de una vista envidiable. La enorme brecha que la separa de sus hermanas llega a verse con claridad desde el mismo Valle de Valdeón, a través de la abertura horadada por el río Cares. La Cuesta del Trave es una alargada loma de pasto alpino que precede al cueto que le da nombre. Es la continuación natural del canto que delimita el Collao Cima por el Sur. Siguiendo esta línea de cresta discurre el sendero que ha de seguirse para alcanzar el Jou de los Cabrones.

Collao Cima - Cuesta del Trave - Jou de los Cabrones ( 1 hora 30 minutos )
Situados en el mismo Collao Cima, se prosigue el ascenso por las lomas que se extienden a su izquierda. Es decir, que se remonta por el canto que busca el inicio de la Cuesta del Trave. Por terreno abierto de pasto se llega a un collado contiguo. Una charca reseca se esconde en una ligera hondonada. Impertérrita, la piramidal silueta del Albo observa nuestro progreso. En la misma collada se retoma el camino que sube a la majada de Orandi. Éste, se va desviando hacia la vertiente Oeste del canto por el que se va ganando altura. También muy marcado se descubre un segundo camino que, desde la misma collada de la charca, se adentra en la más agreste vertiente oriental del canto que nos cierra por el Sur. Se dirige, igualmente a la majada de Orandi.

Se transita por las laderas que caen sobre la meseta de Amuesa. El sendero atraviesa unas manchas de fáciles llambrias. Enseguida se da vista a la charca de Amuesa. Su profundidad y superficie no permite hablar, siquiera, de una laguna, pero sacia la sed del abundante ganado que pasta en el vasto puerto. Aún han de ganarse unos metros hasta entrar en una zona más suave de campera. El camino se va separando de la línea de la cresta, en la que se marca una evidente collada. Por la campera que la precede, que asemeja una pequeña dolina (hundimientos del terreno recubiertos por el manto vegetal), el difuminado sendero se dirige a la collada. 

El marcado camino por el que se venía subiendo invita a hacer lo contrario, es decir, a seguir separándose del canto de referencia. Se tira hacia el extenso cuenco que se forma en la falda de la Cuesta del Trave. La marcada vereda se debe al continuo paso de montañeros hacia el Jou de los Cabrones. Esos mismos montañeros que llenan la montaña de jitos, señales y marcas de pintura, crean nuevos caminos, desentendiéndose del trazado de los antiguos senderos pastoriles. El montañero ha de aprender a moverse por la montaña. El mapa y la brújula son imprescindibles cuando no se conoce el terreno. Los jitos y demás señales sólo son útiles a aquellos que conocen la ruta. La experiencia me ha confirmado que los que se inician en la montaña pierden con facilidad el rastro de las señales. Cuando la niebla se adueña de la montaña, bastan un par de metros de despiste para que vaguen desorientados por un mundo extraño e infinito. Quien sabe desenvolverse por la peña, tiene una idea más o menos exacta del lugar en que se encuentra y puede retomar la senda señalizada con facilidad. El montañero ha de saber actuar cuando le coge la niebla. El turista y el que se inicia en la montaña, suben confiados en lo marcado de los senderos y en la señalización. No tienen otro punto de referencia. Las marcas de pintura no son sino un reclamo engañoso que los va conduciendo a las entrañas de un macizo donde toda pérdida acarrea graves consecuencias. Lo bueno de la gente es que reconoce sus limitaciones y no sale a la montaña cuando hay niebla. Lo malo de la niebla es que no respeta los gustos de la gente y sale a la montaña cuando nadie la espera. 

El nuevo camino se tira al centro de la cuesta. Se adentra en un mundo uniforme sin ningún punto de referencia. El sendero se confunde con mil veredas del ganado que continúan hacia el Canto Talladura (pequeño cueto que irrumpe en la cresta que nos cierra por el Oeste, la que desciende del Cueto del Trave al Collao Cerredo, uno de los más hermosos miradores naturales de los Picos). En caso de niebla el nuevo trazado no es muy aconsejable. El antiguo camino de la majada de Orandi, como decía, se dirige a el collado que se destaca en la cresta de nuestra izquierda. Devola la collada y baja hacia las cabañas. Esta senda continúa en dirección al Bobio. Por una amplia rampa alcanza esta ladera inferior del Albo. Un jito natural de gran envergadura (una roca grande y solitaria) sirve de guía. Atraviesa toda la ladera hasta la majada de Acebuco. A través de Los Collaos daba paso a la majada de Camburero. Este antiguo sendero pastoril, fue el utilizado por D. Pedro Pidal y Gregorio Pérez, el Cainejo, la víspera de su ascensión al Naranjo de Bulnes. No es una ruta extraña. Venían de la Vega de Ario, pues habían subido a la Peña Santa de Castilla para entrenarse. Para llegar a dormir a Camburero no tuvieron más que seguir los frecuentados caminos que unían las distintas majadas. 

Nosotros hemos de abandonar el camino de la majada de Orandi en la misma collada. La vereda que continúa hacia el Jou de Los Cabrones ataca el canto de su derecha. La tónica es siempre la misma. Las sendas se pierden cuando entran en una zona de campera. En este caso las camperas se extienden por las colladas. Como sucediera en el Collao Cima y en la collada contigua, el sendero se retoma en la misma depresión de la cresta. Sube de collada en collada, evitando la zona más agreste del cresterío por el que remonta.

Se deja el collado que da paso a la majada de Orandi, ganando altura por el canto de la derecha (Sur). Tras unos primeros metros muy directos, la pendiente se suaviza. La senda se separa del canto. La travesía es corta, enseguida remonta directamente hacia el inicio de la herbosa loma de la Cuesta del Trave. Se asciende por toda la llombona, prácticamente hasta el final. 

A escasos metros del punto en que la loma da paso a la cresta caliza del Cueto del Trave, hay que tirarse a la izquierda. Se atraviesan una llambrias. El corto descenso finaliza en una vaguaduca. Un estrecho paso, a la sombra de unas rocas, que precede a una cuesta de pasto alpino. El punto de referencia es la marcada "V" que separa los dos cuetos más noroccidentales del Trave. El verdor de la cuesta, en que se intercalan piedras desgajadas del dominante mundo calizo que la comprime, se refleja en las paredes de la cresta oriental del Trave que la cobijan.

La cuesta se atraviesa de derecha a izquierda, a ganar el canto que la delimita por esta mano. Se remonta por todo el canto. Si al acercarse a la cuesta había que caminar en dirección a la característica brecha de la Jorcaína del Trave; ahora el canto se encamina a una profunda y gigantesca boca que se abre en las paredes orientales de los Cuetos del Trave.

El canto de llambria por el que se remonta, se intercala entre la cuesta que se acaba de atravesar y una profunda hondonada de gravera. El sendero se dirige al cueto calizo que cierra este canalón de gravera por la cabecera. Pasa por una colladuca que se esconde tras él. Inicia a continuación una larga travesía, a media altura, en dirección a una collada que se adivina en la línea de cresta que se desgaja de los Cuetos del Trave. Para no crear confusión he de decir que estos cuetos no están formados únicamente por las dos moles que separa la Jorcaína del Trave, sino que configuran un extenso cordal que se extiende hasta el mismo Jou de los Cabrones. La cresta a que se dirige la vereda es la que impide divisar las montañas que rodean el Jou de Cerredo.

La travesía que la precede se inicia en un sencillo llambrial. Pasa junto a una torca y continúa en llano, cortando a media altura unas graveras. Unas trepaducas evitando nuevas torcas, dejan la senda al pie de la canaleta que sube a la collada. Su parte inferior es la más vertical. Este paso se evita por la derecha. Unos metros en travesía permiten retornar a la corta canaleta. Para asegurar el paso se han instalado cuerdas fijas, lo mismo en esta breve travesía que en la canaluca de salida. Lo mejor es desentenderse de ellas. Los agarres para las manos son buenos. Al estar fijos favorecen la estabilidad. En cambio, la cuerda no está fija. No para de moverse. La única manera de que se esté quieta es tensándola echando el cuerpo para atrás.

Devolando la collada se inicia un corto descenso. Pronto hay que dejarlo. A mano derecha se inicia un alargado corredor que corta en llano entre las llambrias. Da paso a una gravera por la que se sube a una de las colladas que se forman bajo los contrafuertes de los Cuetos del Trave. Al otro lado de la collada un nuevo tramo de descenso. Se entra en una hondonada de pasto. Por el Oeste, entre las peñas, se abre una amplia vaguada que sube a lo cimero del Trave. La senda va girando a la izquierda, buscando la estrecha salida natural de esta recogida cuenca. El estrechamiento se precipita en caída sobre un profundo jou. Se sale por su derecha, pero para bajar en dirección al pozo. Colgados sobre el mismo, ha de iniciarse una travesía en llambria colgada sobre la depresión. Una nueva línea de cuerdas fijas pretende facilitar la progresión. Su utilidad como tranquilizante es innegable, pero la confianza en las propias posibilidades (a la larga) es un medio más seguro de vencer las dificultades.

Una última subida, pegados a las peñas de la derecha, lleva a la collada que da paso al Jou de Los Cabrones.

Aislado en mitad de un desierto reseco de escarpaduras calizas, el Jou de los Cabrones acoge un abundante manantial de aguas cristalinas. Arroya superficialmente hasta depositarse en una pequeña depresión. De la tierra, humedecida por el agua, nacen las plantas típicas de los terrenos encharcados. Pero el agua no se estanca, sino que se ve chupada por el manto terroso y desaparece filtrada entre la porosa caliza; no obstante, los Picos de Europa son considerados como el Himalaya espeleológico. En las entrañas de la tierra se encuentran varias de las simas más apetecidas por los amantes de las profundidades. En el Sistema del Trave, grupos de espeleólogos valencianos y franceses tratan de recorrer en su integridad lo que parece ser la sima más profunda del mundo. En la superficie, la vegetación aún resiste las duras condiciones climáticas de la alta montaña. Resguardada de los vientos por una línea de cumbres de gran envergadura, extiende su verdoso manto por todo el jou. Las flores de alta montaña, aprovechan la corta estación estival para florecer y soltar el polen que la suave brisa que se cuela entre los resquicios de la peña, esparce a los cuatro vientos. El grácil rebeco pasta tranquilamente, confundiéndose entre los rebaños de cabras. No pierde de vista la peña, único refugio seguro en caso de verse en peligro.

Y peñas al rebeco no le faltan. El Jou de los Cabrones es un oasis de vida, escondido en lo más recóndito de un mundo inerte mineral. Enclavado en pleno corazón de los Picos de Europa, se cobija a la sombra de escarpadas peñas, sólo accesibles al paso de las adaptadas pezuñas de los reyes de la peña. En el extremo noroccidental de este cuenco, se yergue una voluptuosa peña. No es más que un voluminoso contrafuerte que se desgaja del sector sudoriental de los Cuetos del Trave. En sus desplomes se abre una ingente boca de la que emana una gélida brisa. Los espeleólogos la llaman "la nevera", pues en los perpetuos neveros que se resguardan en su interior, conservan los alimentos durante su estancia en la montaña.

El límite occidental de esta alargada depresión viene delimitado por el Pico de Dobresengos. En las colgadas pandas de su vertiente oriental, la que mira hacia el jou, pastan las cabras. Más arriba sólo se aventura el atrevido rebeco. En la cresta somital, a la que se llega tras superar el laberíntico recorrido de su vía normal, un diminuto ojal, deja entrever los límpidos cielos leoneses. A ambos lados de este coloso, se levantan dos agrestes puntas. La de la izquierda mira hacia la Canal de Dobresengos; la de la derecha domina el abanico somital de la Canal de Ría, encajonada entre los desplomes sobre los que discurre la Canal del Agua y el conjunto formado por la Torre de la Parada y Cuesta Duja.

Entre los Picos de Dobresengos y los Cuetos del Trave se interpone la Collada del Agua. Por esta verde collada se devola a la Canal que le da nombre. Es uno de tantos rincones privilegiados de los Picos de Europa. A la campera que la recubre se acercan los montañeros que pernoctan en la vega para contemplar el atardecer. El verdadero espectáculo no se divisa desde la misma collada, sino que hay que desplazarse hacia sus lados. De este modo se descubre en toda su integridad el Macizo Occidental, presidido por la bella silueta de Peña Santa de Castilla. El mar de nubes que parece condenado a estancarse sobre los valles asturianos, asemeja las vastas extensiones heladas de los polos de la tierra. El sol se funde en el horizonte, confundiendo el azul celeste del cielo en una gama de tonalidades que impregnan la retina en esos momentos mágicos de la puesta.
Durante la fría noche, una manta de estrellas cobija al montañero. El punto de atención se desplaza hacia la recortada silueta del Pico de los Cabrones. Tras su cúspide se va descubriendo la blanca redondez de la luna. De cuando en cuando, alguna estrella se precipita sobre las agujas que escoltan tan esbelta torre. El montañero que sólo va de paso se ve privado de tan acogedor espectáculo; mas el Jou de los Cabrones es un halago a la vista en cualquier momento del día. La torre homónima que lo domina por el Sur, presenta una estilizada silueta. Su esbelta y piramidal figura, se ve escoltada por una sucesión de penitentes agujas. Esta caprichosa formación pétrea se corresponde con el prototipo de montaña que los niños representan en su imaginación.

Jou de los Cabrones - Jou Negro - Torre Cerredo ( 2 horas )
Las principales salidas del Jou de los Cabrones son dos. La primera sube hasta una horcada sita al Este de la fuente. Se trata del sendero que pasa a la Vega de Urriellu a través de la Horcada Arenera. La segunda salida, recorre el jou en toda su integridad. Se dirige a la amplia collada que se destaca al Este del conjunto formado por la Torre de los Cabrones y por sus agujas. La subida hasta la collada se efectúa por una marcada rampa delimitada por la peña que configura la collada cimera por su izquierda. Antes de llegar al arranque de la rampa de subida, ha de tenerse cuidado con una senda que se adentra en las vaguadas que remontan al Sudeste del jou. Son también sendas de montañeros. Enlazan más arriba, bien con el sendero que aquí se describe, bien con el camino que va de la Horcada Arenera hasta la base de Torre Cerredo. 

La ascensión por la rampa es penosa por el tipo de terreno, una gravera intermitente y muy lavada. La progresión puede hacerse por la izquierda, pegados a la pared, o buscando la loma que delimita el estrechamiento final. Pasado el embudo en que se encajona la rampa en sus últimos metros, la pendiente se va suavizando a medida que la senda se acerca a la collada cimera.

Al Oeste de la collada irrumpe un vertical paredón de grandes proporciones. Alguno de los montañeros que hasta aquí llega sirve de ejemplo de la falta de preparación de la gente. En el Jou de los Cabrones se ha deleitado con el hermoso conjunto que forman la torre y sus agujas. Tras veinte minutos de marcha ya busca la cima de la torre sobre la horcada en que nos encontramos, desentendiéndose totalmente de la existencia de las agujas que la preceden. La primera de éstas es la que preside este punto de la ruta.

Parece un error inocente y sin consecuencias; pero este error se va a repetir veinte minutos más adelante al bordear la Torre Labrouche. La confusión se repite con insistencia. La consecuencia se deja ver día tras día. Montañeros que suben a la base de esta torre; montañeros enriscados en el Risco de Saint-Saud, o, por último, montañeros desconcertados en la aérea arista Este de Torre Cerredo. Un panorama desalentador, más aún si se tiene en cuenta que la subida a la vía normal del techo de los Picos está excesivamente jitada. No tiene sentido llenar la montaña de señales, es necesario enseñar a la gente a caminar.

Pasada la collada se empieza a rodear el Jou Negro por el Este. Se realiza un corto descenso por la base de las peñas de la izquierda. Para evitar perder demasiada altura, la vereda se adentra en un llambrial. Una sencilla trepada lleva a una travesía algo colgada sobre el jou. El paso, aunque sencillo, invita a poner los cuatro sentidos. En unos instantes se sale a terreno terroso más andadero. 

Una vez que se puede levantar la vista del suelo, se contempla toda la majestuosidad del lugar. La reducida cubeta glaciar se comprime en un circo delimitado por dos de las montañas más excelsas de los Picos de Europa. La Torre de los Cabrones (2.558 m.) ha perdido la esbeltez con que se proyecta sobre el jou contiguo. Una masa uniforme y voluminosa de roca en que se empastan cima y agujas. Sí se muestra, no obstante su vía normal. El sendero de acceso recorre una de las morrenas laterales del microglaciar. Finaliza al pie de una canal por la que se trepa a la gran terraza central, al pie de la pared en que se asienta la cumbre. Suele conservar un nevero gran parte del año. A su izquierda se intuye una terraza más chica, por la que se pasa a la loma de llambria que muere en la vira de subida a la arista. Para salir a la cresta, ha de cogerse una canaluca que sube directa a la marcada brecha que se destaca a la izquierda de la cumbre. La vira que corta la pared, une la loma de llambria con la canaluca que sale a la cresta. La única trepada destacable hasta ese punto se encuentra en este punto. Un doble resalte que puede considerarse de IIIº (algo difícil). Una vez en la brecha, se trepa por la compacta llambria de su derecha. Se entra en una nueva canaluca. Las sencillas trepadas que presenta llevan hasta la arista cimera. La catalogación de IIIº que le atribuyen algunas guías parece algo excesiva. Tampoco es demasiado aérea, pues no cae a plomo sobre la Canal de Dobresengos, sino que se intercala una terraza de pasto por la que pasan los rebecos hacia la cumbre. El que crea que ha arrinconado a este grácil mamífero que lo busque en la cima. En dos minutos se habrá descolgado por la arista Noroeste, deteniéndose en su fino filo a otear el horizonte.

Al otro lado del jou se alza majestuoso el techo de los Picos. Su silueta es, si cabe, más estilizada que la vertiente Norte de la torre a que se acaba de hacer alusión. A su izquierda cierra el jou la compacta aguja de la Torre de Labrouche. Entre ambas se intercala el puntiagudo apéndice del Risco de Saint-Saud. Paul Labrouche y el Conde de Saint-Saud, acompañados de los guías François Bernard Salles (de Gavarnie) y Juan Suárez (de Espinama), fueron los primeros hombres en poner el pie sobre la cumbre de Torre Cerredo, el 30 de julio de 1.892. Siguieron la ruta de la arista Este, la que une lo cimero de Torre Cerredo con el Risco. 

Cerredo y Cabrones se unen por medio de una larga cresta que presenta tramos de IVº (difícil). A las llambrias de su parte inferior se adhiere el hielo del reducto glaciar que da renombre al Jou Negro. Enriquecido por la presencia de sus morrenas laterales y frontal, sufre el retroceso a que se ven sometidas estos supervivientes de la glaciación. El resto del jou presenta un caótico canchal, formado por grandes bloques, desgajados de las ingentes paredes que lo envuelven. 

El rodeo del Jou Negro lleva a la collada que se forma bajo la Torre de Labrouche. Para entrar en ella, se remonta por los redondeados cuetos de llambria de su izquierda. En unas pequeñas llanadas que se intercalan entre pozos y torcas que conservan viejos neveros, se une nuestra senda a la que viene de la Horcada Arenera. Este entronque de caminos se halla en la vertiente del Jou de Cerredo. Nos encontramos en el punto más elevado de los suaves relieves pétreos que lo delimitan por el Norte. Las escarpadas paredes que lo cierran por el Este culminan en la Torre de la Párdida. A su cima se asciende prácticamente andando por la vertiente opuesta. 

Enfrente, marcando el límite Sur del Jou de Cerredo, se divisa la Horcada de Don Carlos (Arenizas Altas). Comprimida entre el Pico Boada y el Tiro del Oso, es lugar de paso de múltiples travesías. En sus escarpaduras suelen coincidir los que intentan subir a Torre Cerredo por la vertiente cántabra o por la leonesa. También es utilizada por los montañeros que regresan a la Vega de Urriellu para no volver por la Horcada Arenera, pues permite una bajada bastante directa al Jou Sin Tierre (contiguo a la Vega de Urriellu). Las clásicas travesías inter-refugios tienen asimismo cabida por estos rincones, en este caso cuando se trata de ir de Collao Jermoso al Jou de los Cabrones.

El pico Boada es una pequeña aguja que se intercala entre la Horcada de Don Carlos y la Torre de la Párdida. Aunque su ascensión no plantea mayores complicaciones, su ubicación tampoco le proporciona una vista especialmente relevante.

El Tiro del Oso (2.572 m.) separa las horcadas de Caín (Arenizas Bajas) y de Don Carlos. Su vía normal (Iº) busca una de las dos grietas que cortan las llambrias de la cara Norte de su cúspide (la que mira hacia el Jou de Cerredo). Se accede a ellas por unas marcadas viras que se inician a la derecha de la torre. En todo momento rehuye la cresta que une esta montaña con la Torre de Coello. Las alternativas son múltiples, pero al discurrir por encima de la senda de aproximación a Cerredo desde la Horcada de Don Carlos, ha de extremarse la precaución para no tirar piedras sobre los frecuentes grupos de montañeros. Y precisamente lo más difícil de la ascensión es no tirar piedras. De su cima destacar que domina los grandes jous del Macizo Central: el Jou Sin Tierre, el Jou de Cerredo y el Hoyo Grande Cimero.

Al Oeste del Tiro del Oso se encuentra la Torre de Coello (2.578 m.). Tampoco su ascensión plantea mayores dificultades, aunque el terreno es malo de andar. A su derecha se encuentra la Collada Bermeja, por la que se devola hacia los Hoyos Grandes. Esta collada separa la Torre de Coello de la Torre a que da nombre, que más que una montaña autónoma parece un contrafuerte del dominador Cerredo. La sencilla ascensión a su cima tampoco se ve recompensada con una vista especialmente reconfortante. Desmerece mucho con las montañas de su entorno.

Para completar la descripción de las torres que circundan al Jou de Cerredo, sólo me queda hacer referencia a la que le da nombre. Al igual que sucediera en el caso de la Torre de los Cabrones, al bordear las agujas por el Este, se ha perdido la perspectiva de la cumbre. Cerredo se ha convertido en un heterogéneo empaste de peñas, en que se confunde la torre central con las agujas que la preceden. A fin de recuperar una visión más exacta de la cara de subida (Sur), a medida que se vaya ganando altura hay que ir separándose de la base de las agujas.

La ascensión a la base de la pared se inicia con una travesía por las graveras de la falda Sudeste de la Torre de Labrouche. El sendero, por el continuo paso de montañeros, es muy evidente y se halla bastante asentado en el pedrero. Apenas unos metros y se llega a una canal de gravera que cae de la horcada que separa las dos agujas de Cerredo. Se cruza en sentido ascendente, con el objeto de alcanzar unas gradas que se forman en las llambrias del otro lado. Estas gradas, situadas a bastante altura sobre la cuenca del Jou de Cerredo, configuran una sucesión de terrazas. Trepando para superar alguna llambria que se intercala entre ellas, se da fin a la travesía que nos ha ido separando de la falda de la Torre de Labrouche. Antes que las terrazas se vean interrumpidas por un canalón que corta el avance, se trepa por cualquiera de las canalucas de la derecha, comenzando a ganar altura. Al final de la trepada se llega a un diminuto circo, con el suelo de gravera, donde suele conservarse un trozo de nieve hasta bien entrado el verano. Esta pequeña plataforma se haya rodeada de llambrias, tanto más altas cuanto más nos acerquemos a su fondo. Se trepa por las de la izquierda, buscando el punto en que la verticalidad es menos acusada. Tan sólo el resalte inicial, apenas un par de metros, plantea algún problema. Al estar junto al suelo es casi un juego. La llambria se va tumbando. Los agarres son muy bueno y la adherencia perfecta. Se sube toda la llombona de llambria y se sale a una vaguaduca pedregosa que nos saca hacia la izquierda. El final de la breve vaguada muere en una hondonada de canchal, formada por los grandes bloques de roca desprendidos de las peñas superiores.

La Torre de Labrouche ya ha quedado perfectamente individualizada, pero el Risco de Saint-Saud sigue empastado con Cerredo. Al otro lado del hoyo, se extiende una larga cuesta de pedrera. En vez de subir por ella es mejor ir desviándose a las llambrias de su izquierda. A ratos trepando, a ratos caminando se va ganando altura, en dirección a la base de la pared de Torre Cerredo. 

El centro de la cara Sur de Cerredo, presenta un paredón vertical. Sobre éste, se asienta un terreno más tendido, configurado por las distintas gradas por las que discurre la vía normal. La trepada por las gradas se efectúa trazando una imaginaria diagonal de derecha a izquierda. El punto de arranque de esa diagonal coincide con el punto superior de un marcado y corto canalón que se destaca a la derecha del vertical paredón del que penden las gradas de la vía normal.

Con la vía de subida identificada, se sigue ganando altura por las llambrias en dirección a la base de la pared. El Risco de Saint-Saud se ha ido quedando bastante a la derecha de la cumbre, adquiriendo autonomía respecto de la mole de Cerredo. Una vez en la base de la pared, la línea de llambria conduce prácticamente a la boca del canalón, sólo queda encajonarse en el sombrío y empinado estrechamiento. El piso terroso y muy lavado dificulta la progresión. Ha de prestarse atención para no tirar piedras a los que vengan detrás. El canalón presenta un par de resaltucos de escasa entidad. La zona superior se halla interrumpida por un resalte de tres o cuatro metros. Antes de llegar a él, se sale por una vira que corta la pared de la derecha. Apenas tres metros, pero entorpecidos por las llambrias superiores de la grieta, que nos echan para afuera. Se pasa a terreno abierto, enlazando con veredas de montañeros que vienen subiendo por la parte derecha del canalón. Al tratarse de una ladera aterrazada bastante amplia, se corre el riesgo de ir desviándose ligeramente hacia la derecha, hacia el Risco, y terminar colgados en la arista Este que, aunque técnicamente es sencilla (IIIº), presenta pasajes muy aéreos que, las más de las veces, superan las pretensiones de quienes se acercan a Cerredo.

Se superan directamente un par de sencillos resaltes, ligeramente a la derecha del canto que delimita el canalón por esta mano. Una vez sobre el encajonamiento que ciega el embudo de subida, se atraviesa sobre este, para salir a las gradas del otro lado. Se inicia así la larga diagonal que pende sobre el muro vertical que domina el centro de la pared. Se va progresando con fluidez en dirección a una "V" chiquita que se destaca al final de la diagonal. El tramo más aéreo no se hace notar hasta que nos acercamos a un recogido nicho que precede a la grieta de salida. Sin embargo, la sensación de vacío no aflore hasta el momento de afrontar el descenso, debido al cambio de perspectiva. En todo caso, no ha de tenerse prisa, y debe tenerse mucho cuidado con el grijillo que recubre las terrazas por las que se asciende. 

Una vez en el nicho superior, se coge una corta grieta. La sensación de vacío se desvanece. En la "V" de salida, se gira a la derecha, por otra grieta breve y tumbada que nos lleva a la arista. Caminando sin problemas se corona el techo de los Picos (2.650 m.). La vista es completísima, disfrutando de las cimas, canales, cordales y jous de todo el entorno. Al Norte se traza la línea del Mar Cantábrico, mientras que al Sur aflora la amarillenta planicie de la Meseta. Llama la atención la enorme abertura de la Canal de Dobresengos, que se precipita sobre el río Cares; no obstante, la cima de Torre Cerredo cae a plomo sobre el Hoyo Grande Bajero, punto final de tan inmenso canalón, ochocientos metros en vertical más abajo. Al otro lado del Cares emergen las canales más largas del Macizo Occidental (Mesones, Capozo, etc.), escoltando la hermosa figura de la Peña Santa de Castilla, señora del antiguo Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.